Una mujer vende flores en un puesto perteneciente a una cooperativa agrícola en La Habana. ALEJANDRO ERNESTO / EFE 
MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO CORRESPONSAL | LA HABANA.
La semana que termina, tanto el presidente Castro como su
 vicepresidente, José Ramón Machado Ventura, se refirieron al asunto. 
Este último fue particularmente duro al vincular las censuras con la 
contrarrevolución. «Los enemigos de la Revolución -tanto los de fuera 
como los de dentro-, bajo la sombrilla de la crítica hacia una supuesta 
lentitud o poca audacia de las medidas adoptadas, ocultan sus verdaderas
 intenciones de restaurar el régimen de oprobio existente hasta 1959». 
Para Machado Ventura, no se trata de «resolver un problema a costa de 
crear otro, sino de encontrar soluciones definitivas para no retroceder 
posteriormente».  
El eje de la «actualización» es traspasar la carga del 
Estado a la iniciativa privada. La operación comenzó con la entrega de 
tierras en usufructo, el levantamiento de «prohibiciones absurdas» 
vinculadas al consumo como el acceso a la telefonía móvil, a hoteles 
internacionales y al alquiler de coches, y se amplió el trabajo por 
cuenta propia en más de 180 actividades. Pero se resiste el «cambio de 
mentalidad» y surgen tropiezos al aplicar las medidas, básicamente 
porque los precios de todo son elevados y los salarios siguen sin subir.
  
Salvo para los 390.598 autónomos de junio de este año 
-233.227 más que en septiembre de 2010- y los 150.000 cubanos que han 
recibido tierras en usufructo, la inercia, los bajos salarios, la 
«indisciplina, el desorden y la impunidad», en palabras de Castro, 
inciden en que muchos trabajadores estatales consideran normal 
«desviar», es decir, robar al Estado para vender en el mercado negro y 
completar la economía familiar, perpetuando la filosofía del 'resolver' 
(sobrevivir más allá de los límites oficiales).
Sin embargo, hay trabajadores que se sienten realizados 
cuando han podido pasar de alquilar un cuarto en su casa a completar un 
curso de confección de artesanías que venden en un puesto callejero. Y, 
para no depender de la meteorología, ahora quieren abrir establecimiento
 propio aprovechando las facilidades crediticias. 
La fisonomía de las ciudades ha cambiado desde que a 
finales de 2010 florecieron los autónomos. Pero junto a la proliferación
 de 'paladares' (restaurantes) y mercadillos donde lo mismo se venden 
grifos que películas piratas o ropa y calzado, también han crecido los 
problemas. No hay mercado mayorista, las aceras se abarrotan de 
vendedores y la suciedad aumenta. 
El Gobierno aprobó el alquiler de locales para pequeños 
negocios como peluquerías, manicura o reparación de calzado, y la 
contratación de empleados. Para no sufrir grandes reveses, el Ejecutivo 
gusta de comenzar con los 'planes piloto', como con el servicio de taxis
 o las barberías. Una prueba que, si funciona, se extiende; y si 
fracasa, el Estado salva la cara. 
Investigadores del Centro de Estudios de la Economía 
Cubana sostienen que las reformas se desaceleraron porque el Gobierno 
tiene pendiente de definir un capítulo clave: hacia qué tipo de país se 
avanza y cuáles serán las principales líneas maestras para construir ese
 nuevo modelo. Y este semestre comenzará otro experimento más ambicioso:
 las cooperativas en actividades no agropecuarias. Según el 
vicepresidente Marino Murillo, se trata de una «forma preferente dentro 
de la gestión no estatal». Para apoyar la marcha de más de 200 
incipientes cooperativas en 2013 se destinarán 85 millones de euros. Un 
dineral considerando el déficit de liquidez de Cuba y que la crisis 
mundial dificulta la obtención de créditos. 
Asignatura pendiente
Entre las reformas más significativas figuran también la 
legalización de la compra-venta de viviendas y coches usados y una nueva
 Ley Tributaria que, entre otras cargas, contempla el impuesto aduanero 
que penaliza los bienes y productos destinados a la venta en tenderetes 
particulares o a domicilio. Son similares a los que ofrecen las tiendas 
oficiales pero bastante más baratos.  
La asignatura pendiente es la anhelada reforma migratoria
 que obliga a los cubanos a tener una 'carta de invitación', un 'permiso
 de salida' y a permanecer no más de 11 meses fuera de la isla. Según 
Castro, la «cuestión no ha sido relegada» sino que «hemos continuado 
profundizando para su gradual flexibilización, teniendo en cuenta los 
efectos asociados y el escenario internacional». Y todo ello sin dejar 
«espacio a los cantos de sirena que nos llaman al desmontaje inmediato 
del socialismo» y a imponer «terapias de choque» que «pondrían en 
peligro la estabilidad de la nación» que promete mantener socialista y 
próspera, aunque esto sea mucho más difícil.
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