Viva Chávez (así muera)
Por Daniel Samper Ospina
OPINIÓN
Dicen que ha perdido la conciencia. La noticia sería que alguna vez la tuvo.
Siempre he admirado al presidente Chávez y por eso sentí 
pavor cuando Juan Manuel Santos lo declaró su nuevo mejor amigo. No es 
por criticar, pero cualquiera sabe el peligro que encarna volverse amigo
 del presidente Santos. Miren al pobre Uribe, a quien acaban de 
reabrirle un juicio innecesariamente, porque cualquiera sabe que Uribe 
ya perdió el juicio. Y miren al buen Chávez, casi alma bendita, 
protoespíritu en trance sobre cuya muerte se especula todos los días en 
las redes sociales.
Hace apenas unos meses cantaba victoria
 sobre su cáncer de recto y se enfrentaba a los dos retos más grandes de
 su presente: propagar la gran revolución socialista por toda 
Latinoamérica y evitar la pañalitis. Pero todo es frágil, amigos, y esta
 vez ni siquiera pudo posesionarse; y hoy por hoy no es claro quién 
heredará, ya no digamos sus banderas, sino su sudadera, al menos, que 
será exhibida en el gran museo bolivariano cuando sea menester –dios 
quiera que no– honrar su gloria.
Aún me parece 
verlo, enérgico y sobrepuesto a su primera operación. “Este hombre está 
hecho con la materia de los inmortales”, me dije: “Como el ave Fénix, 
como Bolívar: como José Galat”. La única queja que emitió cuando se 
enteró de su enfermedad era conmovedora y humilde: “Dame tu corona, 
Cristo, dámela, que yo sangro”, imprecaba, ante un Juan Fernando Cristo 
estupefacto que no tuvo más remedio que ir al odontólogo, efectivamente,
 para cederle una corona al comandante.
Sin 
embargo, Chávez resurgió de sus cenizas y se lanzó a las elecciones con 
más vigor que nunca. “¡Grande, Chávez! –exclamé frente al televisor–: 
¡se creció en la enfermedad!”. Y lo decía literalmente: estaba muy 
crecido, especialmente en el abdomen. La plaza en que inscribió su 
aspiración parecía a punto de reventar, al igual que su papada. En ese 
entonces persiguió, con razón, al canal  Globovisión, cuyo nombre 
parecía una burla al tamaño de sus cachetes, y recibió con agrado la 
blusa de Pipona´s que Santos le envió como gesto de amistad entre los 
dos países.
Pese a todo, los analistas 
presagiaban que el comandante iba a verse afectado por la inflación del 
país. Pero –gloria a dios– sucedió lo contrario: fue el país el que se 
vio afectado por la inflación de Chávez, y el comandante resultó 
reelegido. No le hizo mella la escasez de productos que reinaba en 
Venezuela; ni siquiera el anuncio de que se había agotado el papel 
 higiénico: recursiva, la gente se limpiaba con lo que podía, incluyendo
 a los líderes chavistas, que lo hacían con la Constitución: finalmente,
 la Constitución es un mero formalismo. 
Resultó
 reelegido, sí, pero la vida es frágil. Y ahora corren rumores de que el
 comandante es un precadáver que esconden en La Habana. Algunos afirman 
que su salud es estacionaria; que incluso ha perdido la conciencia. Pero
 son malintencionados comentarios de la oposición: la verdadera noticia,
 en ese caso, sería que alguna vez la tuvo. 
Como
 resultaría paradójico que la ausencia del comandante desate una lucha 
intestina –ahora que de luchas intestinas él mismo nada quiere saber–, 
aprovecho este espacio para lanzar una petición al pueblo venezolano: mi
 petición es que acepten lo que dijo el Tribunal Supremo de Justicia y 
hagan de cuenta que no sucede nada. Permitan que el comandante siga 
ejerciendo la Presidencia como está. La salud, si uno lo mira bien, es 
un mero formalismo. No es necesario que el presidente esté sano. Aún 
más: no es necesario que esté vivo, como en el caso de Fidel. Chávez 
puede gobernar su país ya no digamos en estado de sitio, sino incluso en
 estado de coma. 
Seamos francos: ninguno de 
sus herederos le llega a los talones. Maduro está muy biche, si me 
celebran el juego de palabras. Y un país que pretenda ser serio no puede
 permitir que lo gobierne alguien llamado Diosdado Cabello: ¿a quién se 
le ocurre llamarse de semejante manera? ¡Parece el anuncio de un 
milagroso remedio capilar! ¿Por qué no lo llaman Regaine, directamente? 
¿Quién será el nuevo embajador, el exmagistrado Valencia Copete, acaso? 
¿No parece todo una tomadura de pelo? ¿Dónde estaba Cabello cuando el 
comandante se quedó calvo en la quimioterapia?
Me
 dirán que alguien que tiene un pie en el más allá no puede ejercer el 
poder. Pero Navarro Wolff también tiene un pie en el más allá y es de lo
 mejorcito de la izquierda. Y si es verdad que Chávez necesita estar 
conectado a un aparato para sobrevivir, qué mejor que ese sea al aparato
 estatal, que él mismo se encargó de remodelar a su justa medida.
Publicado por Semana
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