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viernes, 28 de septiembre de 2012

Laureano Márquez: El Miedo






¡Qué curioso, qué extraño, qué coincidencia!”, como diría Ionesco, el del teatro del absurdo, en la novela Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, un emblema literario de lo que significaron para Venezuela los años terribles de la dictadura de Gómez, se enfrentan dos personas y también dos visiones del mundo: Doña Bárbara (la barbarie) y Santos Luzardo (la santa luz), la civilización representada por el derecho, la ley, la justicia (recordemos que Santos es abogado) y el atraso que simbolizan los métodos brutales de Doña Bárbara, amén de su afición a ritos, brujerías y supercherías de todo tipo. Se enfrentan también el poder de dos hatos, “El Miedo” y “Altamira”. Los nombres tampoco aquí son casuales. Venezuela se ha debatido siempre entre las altas miras de un país democrático, plural, con progreso y justicia y el país de un caporal que nos conduce como si fuéramos peones de su hacienda, maltratando, agrediendo y pisoteando (y esto ha pasado tanto en democracia como en dictadura). Para esto último, fomentar el temor y asustar es fundamental, de allí que Doña Bárbara rebautice “La Barquereña” como “El Miedo”.
En esta campaña electoral, entre tantos, uno puede percibir claramente que se fomentan tres miedos: · El miedo a perder los logros que un sector de la población ha conseguido. Si gana Capriles te quitarán las misiones, las becas, el puesto, porque el candidato opositor representa a los ricos y odia a los pobres y tiene además un verdadero plan que no es el que dice, sino otro, neoliberal, un paquetazo.
· El miedo­ si tienes intención de votar por la oposición­ a que descubran por quién votaste y eso haga que no consigas aquello que el gobierno te ha prometido: vivienda, trabajo, misiones, etc.

También el miedo a que pierdas todo lo que has recibido, a que por votar te boten del trabajo y muchos más. Para ello conviene que la gente crea que se puede saber por quién votó.

· El miedo a la ingobernabilidad.

Este es un miedo dedicado fundamentalmente a los sectores medios de la población. Por ello se dice que si gana Capriles habrá guerra civil. Se trata de una amenaza muy particular, porque para que haya guerra deben enfrentarse dos grupos armados. Si solo un grupo tiene armas este enfrentamiento no es guerra sino masacre.
A estos miedos hay que responder: 1) Seamos honestos, Capriles va a tener tan complicada su gestión de gobierno, que digamos que no creyera en la política social, lo que es falso, lo que menos convendría a su gobierno es echar para atrás los avances que hayan podido experimentar los más desfavorecidos; más aún, seguro tendrá que aumentarlos y mejorarlos para frenar el auge de la pobreza. Por otro lado el discurso contra la riqueza le queda falso al poder porque si en algún tiempo se ha fomentado la riqueza fácil ha sido en este.
2) No temas que nadie va a saber por quién votaste. Un gobierno al que se le pudre la comida y se le olvida colocar pararrayos en los tanques, un gobierno que no puede arreglar un puente ni tapar los huecos de las calles, ¿cómo va a saber por quién votaste? 3) No puede haber guerra civil y menos masacre. Para la primera se necesitan dos bandos armados. Así que al menos que sea ejército contra pranes, ninguna guerra puede venir; menos una represión brutal contra sectores de la población, porque nuestra FAN nunca será instrumento de tales desafueros.
Sí, el hato El Miedo existe y asusta, pero en toda historia hay un momento en el que la gente se cansa, se harta de ser herida y se sacude el temor, se limpia el polvo del abuso y continúa adelante construyendo sueños.
Al final, quien tanto te asusta lo que está tratando de decirte es que tiene también demasiado miedo. Liberémoslo de ese miedo el 7-O, démosle unas merecidas vacaciones, a él y al culillo.


Publicado por La Patilla

viernes, 21 de septiembre de 2012

Laureano Márquez: El chavómetro

 

EL CHAVOMETRO

Artículo Tal Cual Viernes 21 de septiembre 2012

    Emulando al viejo pensador zuliano Protágoras, podríamos decir que la actitud del candidato oficial es la mejor medida de todas las cosas, la mejor “data” de cómo, efectivamente, va la vaina. Su cara es un “focus group”, su actitud la más elocuente de las encuestas y su miedo a perder asusta, no es normal. Como dijo Alberto Barrera Tyszka: “la vaina está enredada”. Hay un algo que flota en el ambiente, un “no sé cómo te explico”, que marca una inflexión,  un cambio de rumbo de las cosas. Cuentan que Hegel cuando vio a Napoleón pasar frente a él dijo: “hoy he visto al espíritu del mundo sentado en un caballo”. Pues bien, el “espíritu del mundo” ya no pasa en la caravana, las calles se estrechan, la gente no concurre y Catia también puede ser Santa Elena. Y es que, como si fuera poca esta “destrucción perfecta” que sirve como telón de fondo de campaña, hasta la naturaleza se opone. El país todo, como fiera aprisionada, se retuerce y se libera, con temor, sí, pero también con determinación. Son esos recodos de nuestra historia en los que un sujeto no le conviene a nadie y la sociedad agazapada espera el momento de sacudírselo. Eso que Guzmán Blanco percibió tan claramente al señalar que Venezuela es como un  cuero seco que lo pisas por un lado y se levanta por otro.  
   Pero volviendo a la actitud presidencial, es vox populi, que quien lleva tanta ventaja como pregona, no enreda las cosas, la conseja popular dice que partida segura no se tranca. Quien está confiado no juega al demiurgo, sino deja la realidad fluir hacia la que intuye será  una catarata de votos. Hay algo en el ambiente que las matemáticas no pueden explicar, flota un hastío en su campaña, un resignado “¡esto es lo que hay!”, un “¡qué c…! ontológico.
   Y es que son muchas cosas: Santos buscando un nuevo mejor amigo, el gobierno grabándole a la oposición lo que él hace cotidianamente, en vivo y en directo. Hay demasiado insulto, demasiada rabia en ese corazón, demasiado pasado en este presente. Si hay que insistir tanto en que el candidato opositor no es lo que parece, es porque parece bueno. Si hay que encontrar un mensaje oculto, es porque el explícito está calando, atrapa y gusta… “la vaina está enredada”. La gente quiere otra cosa. Si todo estuviese tan claro no habría que recurrir a la amenaza: “Habrá guerra civil”, trona Zeus exhibiendo el rayo. Hay que estar muy mal para usar tan feas palabras, para invocar semejante fantasma. Aquí lo que habrá es una artillería de votos, un bombardeo de ideas nuevas, una avanzada del progreso, una explosión de felicidad, un escuadrón de inteligencia y un polvorín de esperanza…Esta es la guerra civil que se avecina, así que atentos al llamado a filas, soldados de la paz.
    No sé cómo explicarlo, pero mientras más se encochina la cosa, más esperanza en la gente. Mientras más uno lo observa, más claro se ve. Con razón decía Marco Tulio Cicerón: “el rostro es siempre el espejo del alma, y los ojos, sus delatores”.
    Coyote: ¡tas pillao!...  mosca que viene el autobús de la historia saliendo del túnel…
   ¡ Correcaminos Bip bip!..

Publicado por Laureano Márquez

viernes, 31 de agosto de 2012

Laureano Márquez: Ecce país



La expresión latina “ecce homo” quiere decir “aquí tienen al hombre” o “he aquí al hombre”. Según el Evangelio de San Juan es la frase que pronunció Pilatos cuando mostró a Cristo a la multitud, azotado, coronado de espinas, desnudo y solo cubierto con un supuesto manto regio y una caña simulando cetro, con lo que los soldados romanos hacían mofa de él porque se había proclamado Mesías y rey de los judíos. Lo que Poncio Pilatos trataba de decir es algo así como: “bueno, aquí está, pues, este hombre, ya le hemos castigado, aquí lo tienen”, como apelando a la compasión de la masa. La iconografía cristiana recrea ese momento en múltiples representaciones pictóricas que se han hecho a lo largo de la historia.
En Zaragoza, España, acaba de suceder un hecho curioso que ha escandalizado a los españoles (que ya es bastante decir) y ha dado la vuelta al mundo. En el pequeño pueblo de Borja, de unos 5 mil habitantes que habían permanecido en el más profundo anonimato, hasta hace muy poco, a la señora Cecilia Giménez le dio por restaurar una imagen del “ecce homo” en el santuario de Nuestra Señora de la Misericordia; se trata de una pintura del siglo XIX, realizada por Elías García Martínez, pintor que probablemente también habría tenido menos fama si no es porque la restauración de la señora Giménez, con la mejor y más bondadosa de las intenciones, resultó un terrible fracaso que prácticamente arruinó su obra, que ahora más que a la piedad y a la pena, mueve a la risa y a la broma. Sin embargo, esta torta tan bien puesta, ha hecho que el pueblo cobre notoriedad en un mundo que ya no sabe qué ver, que miles de turistas se acerquen a observar la fallida restauración, que la vida de sus habitantes cambie para siempre. Borja tiene un antes y un después.
Todo el mundo quiere ver personalmente el desastre. El alcalde del pueblo ha recibido ofertas millonarias de gente que quiere comprar la obra, ya hay aplicaciones “smartphone” para realizar su propia restauración on line, especialistas en arte quieren ahora tomar cartas en el asunto, y hay quien espera que de un momento a otro SS.
Benedicto XVI declare basílica al santuario. Otros ya afirman que la imagen ha realizado milagros. El alcalde, que ha dicho claramente que ese fracaso no sale del pueblo y que el que quiera verlo tiene que ir hasta allá, se ha apresurado a registrar todos los derechos para la elaboración de lo que llaman el “merchandising” del “ecce homo de Borja” y parece que ya hay grandes cadenas dispuestas a construir un megahotel con casino y un centro comercial.
Y digo yo, ¿por qué no emulamos a la gente de Borja y convertimos este fracaso en destino turístico? Las similitudes son evidentes: no hay que negarlo, con las mejores intenciones se ha producido un desastre que perdurará durante años. En medio de la abundancia petrolera, el país se cae a pedazos por la pura incapacidad. Entonces, por qué no convertir lo que tenemos en un destino de lo que podríamos llamar “turismo político” para que venga gente de otros países y al ver lo que nos está sucediendo entiendan cómo no deben hacerse las cosas. Que vengan de otros lados a ver cómo se acaba con un país en medio de la abundancia de recursos. Se podrían hacer recuerditos, llaveros, tazas y ceniceros. Y es que cuando uno viaja y le cuenta a la gente de otros lugares lo que aquí sucede, no lo creen. Por qué no promover que vengan a verlo personalmente.
A pesar de las similitudes entre Borja y nosotros hay una diferencia crucial, que denota el peso de los años, de la historia y la vergüenza: la bondadosa señora Giménez no ha querido salir en público ni dar declaraciones, se ha recluido en su domicilio y no ha recibido ni a EFE. Su familia afirma que ha perdido la tranquilidad y que está muy apenada… el restaurador nuestro, sin embargo, anda por ahí, tan campante, como si nada, y encima pidiendo que le asignen otra obra.

Publicado en La Patilla