Orfandad prenatal.
Por José Alberto Álvarez Bravo
Apenas nueve semanas antes se había iniciado la vida fetal de Luis Alberto Sigas Núñez, cuando la determinación de la policía política castrista de perpetuar al régimen cubano lo convirtió en huérfano.
Su padre, al que nunca llegaría a conocer, había sido miembro del Servicio de Patrullas de la Policía Nacional Revolucionaria, (PNR) pero circunstancias propiciatorias lo condujeron al licenciamiento primero, y luego a la militancia en el Movimiento Opositores por una Nueva República, (ONR) además de participar en actividades del Partido Republicano de Cuba, (PRC).
El 31 de agosto de 2012 Luisito llegó a este mundo, sin saberlo ni proponérselo, siendo ya un huérfano, pues su padre había salido de casa el 15 de enero para no regresar nunca más, cumpliéndose cabalmente la amenaza del oficial presuntamente nombrado Yohan, alias Mochilita: “te vamos a desaparecer si continúas participando en actividades contrarrevolucionarias”.
A diferencia de su hermano Carlitos, quien por tener tres años en aquella fecha aciaga sí recuerda a su padre y todos los días indaga por su regreso, Luisito nunca ha vislumbrado la imagen paterna, y no parece evocarla. Su salud no es buena, luce desnutrido y debilucho; el gobierno de Raúl Castro, además de conferirle su dramática condición de huérfano, le ha escamoteado cualquier ayuda material a la que tendría pleno derecho.
Luisito no sospecha que tiene un “tocayo” en la adversidad, pues este otro niño cubano tenía solo nueve años cuando su padre también salió de casa para desaparecer sin dejar rastros. Roberto Franco Alfaro también era un disidente público; militó en el Partido Democrático 30 de Noviembre “Frank País” y luego en el Movimiento de Derechos Humanos 20 de Mayo. Su esposa, -cuya identidad no revelo porque teme represalias- tampoco ha recibido ninguna ayuda, o al menos no la mencionó en nuestros encuentros.
La orfandad es una tragedia en cualquier sociedad del mundo; en todos los rincones del globo terráqueo mueren a diario padres y madres, y las causas de muerte son disimiles, pero en el caso de Cuba, los miles de niños cuyos padres han desaparecido en el Estrecho de La Florida también carecen de amparo gubernamental. Muchos quedan al cuidado de abuelos o parientes que asumen el hecho como una pesada carga.
La mirada de Luisito me desasosiega, y me aplasta la impotencia de no poder responder a su muda interrogación de por qué pasan estas cosas en La perla del Caribe, de por qué nunca ha cabalgado sobre los hombros de su padre, de por qué le tocó a él ser un huérfano desde antes de haber nacido.
Quizás el gobierno cubano, o la Unicef, tengan las respuestas a estas y otras muchas preguntas.
(recibido por email)
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