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martes, 11 de septiembre de 2012

Autorretrato de una jinetera* (prostituta)

Es el primer día de Mayra en la calle. Toda la familia está en casa. Alegres por su regreso.
 El ambiente es muy diferente al que ella dejó antes de ir a prisión. Ya sus padres no se
inmutan cuando su hijo, de 11 años, intenta hacerlos reír con cuentos burlándose del comandante.

Su madre, de espaldas, ríe el chiste del niño. Mayra está asombrada.Antes, sus padres vigilaban constantemente su vocabulario. Bajo ningún concepto, a ella le permitían hablar mal del
comandante ni de la revoluciòn  Molestos, le explicaban por qué debía estar eternamente agradecida:  "Gracias a la revolución, tienes casa, estudias, no tienes que pagar cuando te enfermas”.

Sentada en el patio, respirando aire fresco, cierra los ojos y regresa nuevamente a su celda, ventanas tapiadas, aire húmedo y un fuerte olor a orine y excremento. Parpadea. Siente alivio. Sí, las cosas han cambiado en su hogar. Sus padres ahora se quejan, de “lo mala que está la cosa”. Uno a uno, cuentan los ‘chavitos’ (centavos) en pesos convertibles, para ver si les alcanza para comprar un litro de aceite.

Mami ya cumplió 65 años. Está más gorda, desborda la silla que tiene frente a la máquina de coser. Se dedica a remendar y zurcir ropas para el vecindario. Papi está huesudo y con diez centímetros menos que hace cinco años. Le faltan dos días para cumplir los 70. Retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, tiene una ‘chequera’ (jubilación) de 320 pesos (unos 13 dólares). Además, trabaja como sereno en una empresa cercana a su domicilio. Limpia patios y hace más dinero extra.

A Mayra le cuesta imaginar que una vez fueron a la Plaza, a gritar y apoyar eufóricos a la revolución de Fidel Castro. Soñaban entonces con un paraíso donde no existirían las desigualdades sociales, ni la explotación del hombre por el hombre. Creían en la Constitución, y la obligaron a aprenderse de memoria el pensamiento de José Martí mencionado en el Preámbulo: “Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.

Ahora recibe remesas de Miami, ‘el nido de los gusanos’. ¡Qué gracioso! Cuando entré en prisión, era el presidente del CDR, hace unos días renunció. Le llegó una carta de invitación, para visitar a su familia ‘en las entrañas del monstruo’. La vida gira y gira y Mayra se pregunta qué hubiese sido de ella si no se hubiese metido a jinetera. Tal vez fuese una borracha de cantina. De todas formas, aprendió que no importa el camino que tomes, si vas en busca de sueños poco probables. “Yo sólo quería huir de toda esta mierda. Por eso entiendo a mis padres, su silencio, su tristeza”.

Después de tantos sacrificios, zafra de diez millones, trabajos voluntarios, guardias obreras, actos, reuniones, marchas combatientes, consignas e informes sobre la vida de otros, para ellos no ha sido fácil reconocer que los cubanos están peor que en 1959, cuando se inició todo. Es duro aceptar que después de 53 años de ‘socialismo’, la promesa de que tendríamos un país perfecto haya sido una mentira.

Todavía en el patio, Mayra cierra los ojos. Su cabellera baila con el viento. Pasa suavemente su mano por el sol que tiene tatuado en el cuello. Suspira, mira a su alrededor. Con un pañuelo seca sus lágrimas. Se levanta y regresa al interior de la casa. Es la anfitriona, tiene que estar con los suyos el primer día de su libertad.
*Relato inédito de Iván García y Laritza Diversent, basado en un caso real.

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