Pesadilla a la cubana
(www.miscelaneasdecuba.net).-
Juana Misladis Núñez Ferrera de 56 años de edad, diabética, con
problemas en una rodilla y desviación en la columna, que frecuentemente
le impide caminar, vecina actualmente de calle Quinta #17923 entre C y
Pasaje Flor, Reparto Luyanó Moderno, San miguel del Padrón, La Habana,
nos cuenta lo siguiente:
“Hace 18 años, en 1994, comenzó mí tragedia. Yo vivía en la calle Segunda # 7422 entre 3ra. y 6ta., reparto Afán, en San Miguel del Padrón y estaba casada con el ciudadano Feliciano Portuondo Martínez. Él abandonó el país –ilegalmente- el 3 de junio de 1994 y regresó a los pocos meses de la misma forma. Fue detenido por las autoridades y cumplió prisión. Yo continué viviendo en el lugar junto con mi hijo, que se encontraba en el servicio militar, hasta que fue operado de urgencia en el Hospital Naval por una apendicitis y un mes después por obstrucción intestinal. Estuvo en peligro de muerte, con un pre infarto en la mesa de operaciones”.
“Durante el tiempo que estuve en el hospital con mi hijo, este señor Feliciano, cambió la llave de la puerta con todas mis pertenencias, dejándome en la calle; nos dio de baja de la libreta de racionamiento y durante un año estuvimos sin los alimentos correspondientes, a pesar de los cuidados especiales que requería mi hijo y nunca he podido recuperar nada. En ese momento ése era el único lugar
reconocido que teníamos.”
“Después que dispuso de la casa se fue como preso político a Estados Unidos y en estos momentos viaja constantemente a Cuba, donde vive la mayor parte del tiempo, en un lugar denominado Arango, cerca de Guanabacoa, allí sostiene una relación marital”.
“Mi hijo y yo vivímos en los parques, pedíamos permiso a las amistades para bañarnos antes de ir al trabajo y nunca ningún organismo al que nos dirigimos nos concedió derecho alguno”.
“Después de tanta humillación y sufrimiento, nos albergamos con mi mamá en una casa en muy malas condiciones que le fue dada -en agradecimiento- por el esposo de una señora fallecida, que ella cuidó y acompañó”.
“Cuando mi madre trató de legalizar su permanencia allí, fue declarada ilegal y sólo después de múltiples gestiones, logró que la hicieran arrendataria permanente, condición que se mantiene para todos los que continúen viviendo allí”.
“Desde el año 2000 he estado tratando de mejorar las condiciones de la vivienda, dirigiéndome a los organismos competentes, sin resultado alguno. He escrito en varias ocasiones al Consejo de Estado, cuya única respuesta ha sido trasladar el asunto a la Dirección Municipal de la Vivienda”.
“Nunca fue nadie a la casa para comprobar nuestras condiciones de existencia y mi madre estaba enferma de cáncer, con insuficiencia cardíaca y un marcapasos, además de reuma generalizada y demencia parcial, hasta que falleció hace 2 años y 7 meses en las peores condiciones y sin ninguna ayuda”.
“Tratamos de legalizar la vivienda posteriormente con los servicios de un abogado, que nos costó 250,00 cup y sólo logré una resolución declarándome arrendataria permanente, y aunque siga haciendo gestiones para lograr que me vendan materiales para arreglar la vivienda, los precios son inalcanzables para mí, ya que tuve que abandonar el trabajo por mis enfermedades y en la casa sólo se recibe el salario de mi hijo, que sólo alcanza para pagar gas, agua, electricidad, casa y una mala alimentación”.
“Como arrendataria permanente tampoco tengo derecho a subsidios para reparar la casa, que sólo se conceden a los propietarios. Esta casa es de madera podrida, las paredes se están cayendo y el techo casi no existe cuando llueve”.
“Mi copa se llenó, mi paciencia se agotó, mi autoestima está en el piso. Yo no pido riquezas, yo no pido un palacio, sino que nos den la oportunidad de vivir como seres humanos, porque hemos sufrido el desprecio de esta sociedad”.
¡NECESITO AYUDA, NECESITO DE ALGUIEN QUE ME ESCUCHE!
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