por Carlos Alberto Montaner
(FIRMASPRESS)
José Martí advertía que hay hombres que “crecen bajo la yerba”.Tras la
partida definitiva, se multiplica su influencia. Le sucedió al propio
Martí. En 1895, cuando lo matan en combate, era prácticamente
desconocido por los cubanos dentro de la Isla. Casi toda su vida adulta
había transcurrido en el exilio. Tras su muerte, se convirtió en un
gigante.
Parece que ése será el caso del líder democristiano
Oswaldo Payá. Su figura y su mensaje se intensifican cada día que pasa.
Al menos, es lo que se deduce de lo que está ocurriendo en torno a su
muerte violenta, acaecida en un oscuro accidente de tránsito sucedido a
800 kilómetros de La Habana en el que también perdió la vida Harold
Cepero, un miembro importante del Movimiento Cristiano de Liberación que
fundara Payá. Junto a ellos, en el mismo auto, viajaban dos dirigentes
juveniles europeos de la misma familia ideológica, Ángel Carromero,
español, y Jeans Aron Modig, sueco. Afortunadamente, sólo sufrieron
heridas leves.
El papa le envió a la familia de Payá un sentido
telegrama de pésame. También lo hicieron otros gobernantes
latinoamericanos. El presidente Obama, además de ofrecer condolencias,
se comprometió a continuar presionando a la dictadura cubana en defensa
de los Derechos Humanos. El ex embajador norteamericano Hans Hertel,
muy conmovido, reunió a sus amigos para explicar quién era Oswaldo Payá,
cómo lo había conocido y por qué, deslumbrado por su decencia y
honorabilidad, había congregado en su embajada en Santo Domingo a medio
gobierno y al cuerpo diplomático para que escucharan a aquel cubano
excepcional.
El candidato Mitt Romney y el senador Marco Rubio
pidieron una investigación transparente. ¿Por qué la dictadura no
permite que los supervivientes se reúnan a solas con Ofelia Acevedo, la
viuda de Payá, para que le cuenten exactamente lo ocurrido? ¿Era cierto
que los seguía y acosaba un vehículo de la Seguridad del Estado
semejante al que en junio pasado había provocado que se volcara la
camioneta en la que viajaban Payá y su esposa? Hay múltiples razones
para sospechar de un Estado que oculta sus crímenes, como sucedió con el
hundimiento ex profeso del remolcador “13 de marzo”, donde murieron
decenas de exiliados, y entre ellos numerosos niños.
Es posible que los Castro, corazón adentro, celebren
la muerte de Payá, el demócrata de más peso, originalidad y tesón de la
oposición cubana, pero se equivocan. Al margen de la lluvia de condenas
que ha caído sobre el régimen, ya se ha producido un primer fenómeno muy
importante: como explicó un notable líder laico, Dagoberto Valdés, la
Iglesia Católica ha cerrado filas en torno a la figura de Payá,
cristiano fervoroso, y hasta el cardenal Jaime Ortega, conocido por su
frigidez política, y empeñado en mantener a la Iglesia al margen de la
lucha por la libertad –tarea en la que no coincide con otros obispos,
sacerdotes y numerosos laicos–, basándosedo en unas palabras de
Benedicto XVI le ha pedido a la sociedad civil que salga a defender los
ideales democráticos.
Pero hay otra zona de la sociedad cubana donde el mensaje de Payá y lo que fue el leitmotiv
de su vida –buscar pacíficamente el fin de la dictadura mediante
consultas electorales– calarán más hondo todavía: entre los
“revolucionarios” inconformes y desengañados con las falsas reformas de
Raúl Castro y el curso de los acontecimientos en la Isla.
Muchos de esos ex simpatizantes del castrismo,
todavía formalmente adscritos al ámbito gubernamental, hoy admiten que
fue un error no haber aceptado en 1998 el novedoso planteamiento del
“Proyecto Varela”, cuando Payá, el escritor Regis Iglesia y otros de los
dirigentes del Movimiento Cristiano de Liberación, presentaron ante el
parlamento cubano once mil firmas para convocar a un referéndum en el
que la sociedad, libremente, decidiera si quería seguir por la senda del
colectivismo y la tiranía del partido único o si preferían otra forma
más razonable de gobierno.
Fidel, que es un estalinista incorregible, reaccionó
modificando y colocándole “candados” a la Constitución para que jamás
nadie pudiera corregir pacíficamente el rumbo equivocado que él y un
puñado de los suyos había elegido para los cubanos.
Hace pocas horas se lo dijo uno de estos
criptorreformistas a un abogado extranjero entonces de visita en La
Habana (y hoy en Madrid): “si le hubiéramos hecho caso a Payá, en lugar
de perseguirlo y encarcelar a sus partidarios, habríamos liquidado este
disparate sin violencia, los cubanos se hubiesen reconciliado,
tendríamos buenas relaciones con Estados Unidos y con el mundo entero,
el país trabajaría ilusionado por un futuro distinto y habría cesado el
éxodo. Incluso, tal vez hoy Eusebio Leal sería presidente”.
Esto último no lo sé, pero no me cabe duda de que Payá está más vivo que nunca. Crece bajo la hierba.
Publicado por El blog de Montaner
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