Por Carlos Alberto Montaner
(FIRMASPRESS)
Cuando le preguntaron a Churchill sobre cierto aspecto de la política
exterior de la URSS dijo, en clave de humor, una frase memorable: “Se trata de una incógnita envuelta en un misterio rodeado de un enigma".
Algo de esto sucede con el venezolano Hugo Chávez. Y
la primera de las perplejidades tiene que ver con el cáncer que padece.
¿Se muere o no se muere? Según los síntomas corporales aparentes, no
hay duda de que ha mejorado. Se le redujo la impresionante gorguera de
grasa y cortisona que le nimbaba el rostro. Ha vuelto a hablar
incansablemente y canta, salta e insulta. Lo de siempre: delira, luego
existe.
Pero hay otros síntomas más sutiles. Raúl Castro,
que conoce las tripas de Hugo Chávez como la palma de su mano derecha,
salió a buscar plata y anudar alianzas con China, Rusia, Vietnam, y con
cualquier país capaz de aliviar la crisis que supondría para la Isla el
súbito fin del subsidio venezolano ante una eventual desaparición del
pintoresco personaje.
Raúl es precavido. Su hermano previó el descalabro
del comunismo soviético unos meses antes de que ocurriera, pero no hizo
nada por paliar las consecuencias que eso tendría para Cuba. Entonces
sobrevino la debacle. Raúl no quiere que el fin de Chávez lo sorprenda
con los pantalones en los tobillos.
Pero hay más. La prensa cubana, al menos hasta
ahora, no se ha atrevido a afirmar que Chávez está curado. Granma está
calladito. El periódico oficial del gobierno de los Castro no quiere
repetir el ridículo que hizo hace unos años cuando anunció la
recuperación de Fidel y su inminente regreso al poder. Los periodistas y
comisarios que lo perpetran saben que ninguna persona seria habla de la
curación de un cáncer hasta cinco años después de terminados los
tratamientos.
El segundo misterio es tanto de Chávez como de sus
adeptos. Parece que sube en las encuestas. El país hace 14 años que está
dividido a la mitad entre los que lo adversan y los que lo aman,
separados por una rara franja de venezolanos políticamente frígidos, los
ni-ni (ni una cosa ni la otra), congelados en un inocente gesto
dubitativo.
No obstante, últimamente la aceptación de Chávez ha
aumentado, pese a los graves problemas de inseguridad (19 000 asesinatos
en un año), la inflación (la más alta de América Latina) y el
desabastecimiento esporádico de bienes básicos de consumo masivo. Cómo y
por qué se puede gobernar tan rematadamente mal y no pagar por ello un
precio en las urnas es, realmente, un desafío al sentido común.
Pero tampoco es un fenómeno inédito. Perón nunca
bajó del 70% de popularidad aunque hundió a la Argentina en la miseria.
Como sucedió en la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, los
pueblos pueden conectar emocionalmente con un líder torpe y temerario
que los lleva al desastre. Es una de las mil variantes del “Síndrome de
Estocolmo” o el de la “Mujer maltratada”.
Acaso el tercer misterio, relacionado con el
anterior, es el más extraño de todos: ¿por qué Hugo Chávez se mantiene
fiel a una alianza absurda con Irán, Siria, Bielorrusia, Corea del Norte
y otros estados de la misma familia universalmente repudiada? ¿Por qué
apoyó al dictador Gadafi hasta el ultimo día de su tiranía?
Según denuncian los israelíes, Venezuela ayuda a
Irán en su proyecto de construir armas nucleares. ¿Qué sentido tiene
introducir a Venezuela en el peligroso avispero del Medio Oriente? ¿Por
qué les inflige ese daño a sus compatriotas?
Es posible que Fidel Castro, padre y maestro mágico
de Hugo Chávez, le haya comunicado su pasión por las aventuras
internacionalistas y sus sueños por construir una alianza capaz de
enterrar a Occidente. Pero si Chávez puede observar serenamente –algo
así como pedirle peras al olmo–, descubrirá que lo único que su mentor
caribeño consiguió, realmente, en más de medio siglo de delirios y
batallas, fue enterrar a miles de cubanos en cementerios africanos y en
cuanto paraje agreste le resultó propicio para sus locas fantasías de
guerrillero planetario.
Así son los misterios. Pura irracionalidad.
Publicado por El blog de Montaner
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