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viernes, 3 de agosto de 2012

¡Pobre Raúl! Pasa necesidades como "todos" los cubanos

Subsanando errores





LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org

-Cuando la prensa plana nacional publica un discurso que ha sido previamente televisado –la mayoría de las veces-, aclara que es una “versión”, lo que permite corregir cualquier error que pudo surgir durante la intervención. Ese es el caso de lo publicado el 27 de julio, en el periódico Granma, con referencia a las palabras de Raúl Castro, el día anterior, en la provincia oriental de Guantánamo.
Durante la transmisión en vivo de este discurso –e incluso en las retransmisiones posteriores-, el general presidente, al referirse a José Martí, planteó: …”es que no cejó a pesar de fracasos como los de La Fernandina, cuando perdió las armas que con tanto esfuerzo tabacaleros cubanos en Miami habían reunido…”
Sin embargo, ante tamaña inexactitud histórica, le corrigieron la plana. Escribieron en el Granma, en vez de Miami, Estados Unidos. Al menos redujeron el error.
Habría que especificar que la ciudad de Miami fue fundada oficialmente en 1896, mientras que en Tampa, ya en 1886, estaba establecida la industria tabacalera, y fue allí precisamente donde Martí obtuvo los recursos que necesitaba.
Pero lo que habría que destacarse es que cuando Raúl Castro dijo conocer todos los problemas que afronta el país y que afronta la población, cuando dijo que los salarios están bajos, que hay muchas dificultades… e incluso que los mismos médicos ganan muy poco, terminó expresando textualmente: “Así estamos todos, pero vivimos y mantenemos esta Revolución…”.
En este caso no hubo subsanación de errores, aunque es una falta de respeto para el pueblo que dijera: “Así estamos todos”.
Alguien, entre los que le enmiendan la plana, tendría que haberse percatado de que Raúl Castro no debió incluirse entre los que sufren dificultades, porque, tanto él como su familia, y los que están debajo de su sombra, no pasan ningún trabajo para vivir. Son sencillamente los dueños del país y disponen de todo y de todos.
En una mirada rápida a un día en la vida de un cubano promedio, se puede empezar por preguntar: ¿cómo asegura el desayuno?, especialmente el de cualquier niño que haya cumplido más de 7 años, por lo que ya no tiene derecho a adquirir leche por la cuota de la mal llamada libreta de abastecimientos.
¿De qué forma logra el acceso a los medios de limpieza y aseo personal, como jabón, desodorante, pasta de dientes, detergente y frazadas de piso? Estas últimas están ahora en falta en el mercado, y solo es posible adquirirlas en bolsa negra, a un precio de 60 pesos cubanos, o sea el salario de dos días de un profesional. Los otros productos se venden en tiendas “liberadas”, pero a precios no asequibles al bolsillo de un trabajador promedio.
¿Cuántos años hace que en la casa de un cubano promedio no se puede comprar una toalla, una sábana, una funda, una colcha para cubrirse en el invierno?
Llegada la hora de ir a trabajar, está la cola para la “guagua”, y la interminable espera hasta que aparezca el ómnibus, con la inseguridad de que pare o no en la parada, o de que no pueda ser abordado porque está repleto, con los pasajeros colgando de las puertas como racimos. En fin, es algo muy distinto a los autos modernos y con aire acondicionado en los que viajan Raúl Castro y su familia.
Al regreso a la casa, está la pregunta de todos los días: ¿qué se come hoy? Los primeros días del mes hay arroz, frijoles y algún huevo. También están las croquetas baratas, que son plato permanente en la mesa de los no tan pobres, porque otros no disponen ni de los 5 pesos cubanos para comprar un paquete. Pero cuando avanza el mes, se acaba el arroz y las míseras onzas de frijoles, entonces la mesa queda muchas veces vacía y los fogones apagados.
Qué diferente a los manjares que se sirven en las mesas de los dirigentes. Camarones, langosta, pescado (que, como es natural, no tiene nada que ver con la claria que come el pueblo), carnes de todo tipo, buen vino. Hay que ver lo gordos y barrigones que están la mayoría de los dirigentes de alto nivel.
A la hora de dormir, algunos apenas tienen un ventilador, que no pueden ni mantener funcionando constantemente, por el alto precio de la electricidad. Mientras, la nomenclatura duerme con aire acondicionado.
Sin embargo, según Raúl Castro, la causa de todos estos problemas no está en el sistema. Él lo dejó bien claro en este último discurso: la culpa es del pueblo, que no aumenta la producción y la productividad. Así es que recibimos palos por lo que les damos, y palos por lo que no les damos.

Publicado por Cubanet

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