Manuel Malaver
La Razón / ND |
Capriles hace su agosto y Chávez sigue en el carnaval
Debe estar muy cansado, pienso yo, o enfermo, o simplemente fastidiado, humanamente fastidiado, de aparecer cada seis años repitiendo los mismos gestos, las mismas palabras, las mismas promesas, pero también viendo las mismas caras, los rostros arrugados de quienes van envejeciendo con él y trasmitiéndole esa sensación de pasado que ha terminado asumiendo de manera casi automática, natural.
En otras palabras que, el país bullente, el país refrescante, el pujante, el ascendente está en otra parte, quizá a muy pocos kilómetros de donde transcurren esos mitines desvaídos y rutinizados, y en los que, el tiempo transcurre, se estruja y apretuja sin que suceda exactamente nada.
Lo vi el viernes en la tarde, cuando crucé las imágenes y el sonido de las concentraciones que realizaban Capriles en Carayaca, y Chávez en Antímano, y en las cuales, parecía que el tropel, los gritos y los cantos de una, se introducían en la otra.
Si se escucharon debieron ser muy incómodos para Chávez, porque ¡ah pueblito para sufrir el abandono del chavismo esa Carayaca!…!Carayaca!…En otros tiempos, una población pacífica, alumbrada, limpia y serena del litoral central, hoy transformada en un infierno, aislada, sin luz, llena de basura y sometida al imperio del hampa.
Un pájaro de tierra por mar, porque, estando a escasos kilómetros de la playa, es campesina, sabe de siembras y no de pesca, y ¡cosa más grande, caballero!, hay niños, y adultos y ancianos que solo conocen el mar porque ruge en las noches.
Y también cuando hay tormentas, y rayos y truenos que transportan el oleaje que le estalla a la gente en la cara.
Conozco la tragedia de Carayaca porque tengo una pareja de amigos con un par de preciosuras (hembra y varón) que viven, o medio viven, allá, por la montaña que no alcanza a ver, sino a presentir el mar. Nos reuníamos con frecuencia los fines de semana en su casita (hecha con su propio esfuerzo y no porque se la regaló nadie), del Sector La Cruz y descansábamos o salíamos a incursionar a Catia La Mar, Oricao, Colonia Tovar o Puerto Cruz.
Y así, hasta que en junio del 2010, llegaron unas pavorosas lluvias que partieron la vía Carayaca, El Junquito-Caracas en dos (a la altura del caserío Palo de Agua), y desde entonces, no ha habido poder en este mundo, ni en otro, que se la arregle.
Muchas cosas han pasado en estos dos años y meses desde la desaparición de la vía, Chávez ha construido carreteras, y puentes, y casas en Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia (y quién sabe en cuántos países más), la ha agarrado por inventar que países depauperados como Bielorrusia, Rusia, Irán y China son expertos en construir en casas y dice que (con ayuda de ellos) le dará a damnificados venezolanos unas 200 mil viviendas este año, pero la falla de borde, o derrumbe, de la carretera de Carayaca sigue ahí, con su zanjón, como un aviso fatídico de que sus 2000 habitantes están aislados.
O medio aislados, porque para llegar a Caracas y seguir hacia cualquier otra parte del país, deben hacer una trocha de más de 10 kilómetros, y así su tiempo de vida útil en trabajo, estudios, amistad, y amor, les fue atracado, robado, atropellado y restado en casi una hora.
De modo que, se acabó el “Una hora: Caracas”; “Una hora Puerto Cruz; “45 minutos: Colonia Tovar”; “30 minutos: Catia Mar” y pasaron a ser multiplicados por 2 y hasta 3.
Y también mis fines de semana en Carayaca y la frecuencia de las visitas de mis amigos y sus preciosuras a Caracas, pues todo se les hizo más difícil, pues siendo los dos técnicos de computadoras, comenzaron a perder la clientela.
Y ahí estaba Capriles el viernes, prácticamente con toda Carayaca a su alrededor, oyéndole decir que reparará la vía a días de llegar a Miraflores, que se acabarán los apagones, y la falta de agua, y de salud y de escuelas, y que habrá créditos para los campesinos y los artesanos, y que el hampa, la terrible hampa, se las va a tener que ver con él… “personalmente”.
“!Qué fiestas de San José van a empezar a celebrar en Carayaca desde el 19 de marzo del próximo, que fiestas más humanas, carayaqueras y venezolanas”, me cuentan que culminó.
Mi amigo y su esposa, y sus preciosuras, estaban ahí. Ella me comenta: “Si el otro candidato, si Chávez portara por aquí (que no lo va a hacer) vendría hablar de revolución y socialismo, contra el capitalismo y la burguesía. Pero ¿cómo se les puede hablar de abstracciones a seres humanos a quienes se les ha robado el tiempo, la luz, el agua, la limpieza, la vida? Porque, ¡cómo atracan, secuestran y matan gente por estos lados, querido Manuel!”.
Y en efecto, 15 kilómetros más arriba, en Antímano, estaba Chávez en un mitin hablando “de revolución, socialismo, y contra el capitalismo y la burguesìa”. Y pienso yo, si no será por eso que él mismo ha comenzado a llamarse “el viejo”, “ el viejito”. Porque, esas son vainas de viejos, pero de viejos balurdos, y no de los millones de gente de la tercera edad que se acerca a refrescarse, a rejuvenecerse, a airease con la brisa joven del huracán Capriles.
Manías de ególatras, salvadores del mundo, de refundadores de Repúblicas, que no se sienten seres humanos y corrientes, de carne y hueso, sino héroes y semidioses que exigen la sumisión, la rendición y la adoración de los demás.
“Este hombre no sale de la carroza” dijo hace como un mes el gobernador de Lara, Henry Falcón “pero no porque esté enfermo, sino porque no quiere oír los reclamos de la gente”.
Y seguro que, como dice mi amiga, no irá Carayaca, así como dejó esperando el jueves a sus seguidores y no seguidores en Puerto Ordaz, donde lo esperaban para cantarle las cuarenta por la destrucción de las empresas básicas, del servicio eléctrico, del agua, del aseo, de todas las minerías y haber auspiciado una sola industria próspera y creciente: la de los corruptos, ladrones, secuestradores y matones.
“Qué no se le ocurra” me escribe una amiga de Maturín “que no se le ocurra aparecer por la ciudad del río Guarapiche. Aquí, no es que va a andar, es que lo vamos a sacar de la carroza y nos va oír. Tres meses sin agua por el derrame petrolero en el río que surtía de agua la ciudad, y todo porque se empeñaron en llevarse los técnicos de PDVSA al desfile el 4 de febrero en Caracas. Y él pasándola bien en La Habana y que curándose de un cáncer que ahora dice nunca tuvo”,
O sea que, un anciano clandestino, camuflado, disfrazado y en plan de jubilación y retiro, y el cual, ni siquiera podrá consolarse oyendo aquel clásico que popularizó Piero en los 60:
“Es un buen tipo mi viejo”.
Publicado por ND
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